Hace algunos años un joven llega a Urgencias al Hospital Universitario La Princesa. Lo operan de urgencia, el diagnóstico, algunas semanas despúes: cáncer.
Un año después la cicatriz de la operación no ha sanado bien, se abre, aún sangra algunas veces. Al acudir a La Princesa, le pegan la parte abierta de forma superficial y lo envían a casa. El círculo vuelve a repetirse.

Después de esta segunda operación, primero todo parece haber ido bien, hasta que aparecen de nuevo los mismos problemas: apertura de la cicatriz, sangrado y dolores.
Por cambio de domicilio el joven es atendido por La Fundación Jiménez Díaz, un hospital concertado, lo que significa que ofrece servicios públicos, pero es de gestión privada. Ahí resulta que los médicos de La Princesa años y años le habían hecho mal las pruebas TAC, visualizando la parte por encima de la cicatriz y de la parte afectada por el cáncer. Además, parece que la segunda operación carecía de sentido al haberla realizado un dermatólogo, que solamente trata la superficie.
En La Fundación Jiménez Díaz lo operan por tercera vez. Por fin sale bien la operación, y casi seis meses después el joven está sin problemas.
La Fundación Jiménez Díaz cuenta con unos equipos técnicos mucho mejores que el Hospital La Princesa, los médicos disponen de más tiempo para atender a sus pacientes, el sistema de espera es mucho más eficaz lo que reduce a un tercio los tiempos de espera comparado con La Princesa. Además, cuenta con tecnologías mejores que facilitan el interactuar entre médico cabecera y especialista.
Teniendo en cuenta todos estos puntos, cabe preguntarse ¿No será de verdad más eficiente el servicio de salud pública gestionado por entes privados? Los entes privados disponen de mejores métodos de financiación y no dependen de las vacías cajas del Estado. En mi opinión, vale la pena intentarlo.
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