El fin de semana pasado había recomendado la obra teatral "La casa de Bernarda Alba", puesta en escena por el Centro Cultural Quina El Berro. Como también me interesaba la obra, fui a verla. No llegué a ver la obra, pero lo que pasó luego era increíble.
Llegamos al Centro Cultural tres cuatros de hora antes del comienzo de la obra, y había una cola larguísima. Sabiendo que sólo había 60 plazas, teníamos poca esperanza de entrar a ver la obra. De toda forma, nos quedamos en la cola, por si acaso.
Después de esperar aproximadamente una hora, al final nos acercamos a la puerta de la sala donde se iba a exponer la obra. Era una sala de exposiciones bastante pequeña, con poco espacio entre escenario improvisado y las primeras sillas. Los asientos estaban todos cogidos, pero la gente seguía entrando tranquilamente, y se puso de pie para ver la obra.
Así lo hicimos nosotras, sobre todo porque no había nadie diciendo que la sala estaba llena. Más tarde, mi acompañante me diría que sí había una mujer diciendo "Creo que ya no entráis", pero nadie sabía si era su opinión, ni quién era. La gente, tanto en los asientos como de pie, estaba tranquila y comportándose bien. No había impresión ni de caos ni de revuelta, ni de flashmob ni nada parecido.
Cuando ya estábamos cómodas - pues lo más comodo posible que uno puedo estar si está preparado para ver una obra de teatro en pie - y esperando que la obra empezara, de repente entraban varios policías nacionales en la sala. Los organizadores los habían llamado para echar a la gente que no tenía asiento. Así que, sin saber qué habíamos hecho algo malo, la policía de repente nos dio la impresión de que éramos criminales, anti-sociales o simplemente muy mal educados para entrar ahí sin tener asiento.
En el camino fuera, nos encontramos con una señora que había hecho fila dos horas, para que luego le pasara esto. Cuando ya habíamos salido del Centro Cultural, vimos dos coches de policía, seguramente un número exagerado por un par de personas que salieron tranquilamente cuando uno se lo pidió.
La cosa es, sin embargo, que si uno tiene tan poco espacio en su centro cultural, no debería hacer mucha publicidad, justamente para evitar estas situaciones. Además, si viene demasiada gente, la persona debería decir claramente cuando la sala está llena. Si la sala se llena de toda forma, el organizador tiene que tener el coraje de plantarse adelante y de echar a la gente. Y solamente cuando eso no surge efecto, llamas a la policía, pero no hagas llegar a tantos.
En el Centro Cultural Quinta El Berro no pasó nada de lo recomendado. En ningún momento nadie nos dijo que ya no podíamos entrar, o que teníamos que salir. Los organizadores han hechos todo menos organizar el evento. Han gastado recursos públicos, pagados de los impuestos de cada uno que quería ver la obra, y mejor necesitados para pagar la deuda pública, simplemente por ser incapaces de decir que ya no entra nadie más.
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